EL CICLON MATHEWS Y
LA AYUDA DOMINICANA A HAITI
Cuando
fui Presidente de la Sociedad Dominicana de Pediatría en 1977, gobernaba en
Haiti, Baby Doc, el hijo del tirano Duvalier y fue un período en el que pude
realizar varios viajes al país con quien compartimos esta isla.
Durante
la celebración de la parte social de las actividades científicas, pude
conversar con varias de las personas de la minúscula clase alta haitiana, la que
habla varios idiomas y educa sus hijos en Francia, Quebec en Canada o en Estados
Unidos. Me quedaba atónito, al oirle decir a estas distinguidas personas, que los culpables del estado de atraso de
Haití, eramos los dominicanos, porque si la isla fuera todavía una e indivisible,
la situación fuera diferente en su país.
Al
comunicarles mi extrañeza y desacuerdo con esa opinión, me decían que la parte mas
productiva de la isla estaba de este lado y los haitianos ya no disfrutaban de
sus beneficios.
Esa
es la mentalidad que todavía predomina en esa clase que no llega al 1% de la
población haitiana, pero es la que por su condición social y preparación, ocupa
los altos cargos en el “gobierno”, dirige la política haitiana y no deja apagar
la animosidad en la clase baja hacia los “dominiquein”.
La
inmensamente predominante clase baja, agobiada por la angustia de como van a sobrevivir mañana, es
indiferente ante la situación, que como lo demuestra el activo mercado
internacional en Dajabón y otros pueblos
fronterizos, solo busca negociar y lograr ventajas económicas de los dominicanos, quienes a su vez, buscan la manera de sacar provecho a esa necesidad, introduciéndolos de contrabando a nuestro país y traficando con todo lo imaginable por
la frontera, burlando los controles que nuestras autoridades puedan establecer.
Así
las cosas, ocurren entonces desastres naturales como ciclones o terremotos y
resulta, que la mayor ayuda que reciben los haitianos es la de los dominicanos
y de inmediato aflora, por encima del beneficio a los damnificados, el resentimiento
de la minúscula clase alta ya mencionada.
Con
motivo del reciente paso del huracán Mathews, hay en la actualidad tropas extranjeras en Haití, procedentes de
varios países, protegiendo los envíos de ayuda humanitaria a las desgraciadas victimas de ese meteoro, pero la única tropa,
que inmediatamente, un grupo de congresistas haitianos, de cuyo nombre no
quiero acordarme, representantes de la
minúscula clase a la que me he referido , repudia inmediatamente, es a la dominicana,
a quien se le exige abandonar Haiti en
24 horas. Yo quisiera saber, en caso de negarnos, como iban esos señores a obligarnos a cumplir esa exigencia.
Sin embargo, el
Presidente Medina, prudentemente y para no dar pie a controversias banales, ya había sacado nuestras tropas de Haití, en un gesto que lo coloca
como un hombre que evita conflictos pueriles
innecesarios.
Pero tenemos que terminar en esta isla, con esta
situación de desconfianza y recelo entre estos dos pueblos, que aunque de
origen y cultura diferentes, obligatoriamente tienen que compartirla.
Las circunstancias
históricas en el siglo XIX, favorecieron a Haití, que por 22 años tuvo el
dominio completo de ella, hasta que el
visionario de Juan Pablo Duarte, desde 1829, inició la lucha para
independizarnos, contra la idea prevaleciente
entre los dominicanos de clase alta de esos días, de que una separación y colocarnos bajo la
tutela de una de las potencias de la época, era lo único viable; Duarte dijo
que no, que podíamos ser libre e independientes de toda dominación extranjera y
sus seguidores, en su ausencia, forzada por la persecución haitiana, la noche
del 27 de febrero de 1844, sorprendieron a los separatistas, dando el grito de
independencia. Independencia que los separatistas por 35 años trataron de liquidar
, lográndolo en 1861 con la anexión a España,
la cual fracasó, pues la semilla
que había sembrado Duarte, germinó vigorosamente el 16 de agosto de 1863 y recuperamos nuestra
soberanía.
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