sábado, 27 de julio de 2013

Colaboración para la Información                                            AYER Y HOY
articulosdeopinion2004@yahoo.com                      MI QUINTO VIAJE A CUBA (IV)
                                                                       Julio M. Rodríguez Grullón
Lunes 24.-
Llevo a David y Mike al aeropuerto en un Chevrolet “convertible” del 52. En realidad un carro de ese año al que le habían quitado el techo. Si llovía nos hubiéramos mojado. Ellos gozaron un mundo este viaje. Me junto con mi maleta y mi pasta de dientes. Luego voy a Varadero y disfruto de esa maravillosa playa
Hasta ahora, ni en el resto de mi estadía vimos un tapón en el tránsito. Hay pocos vehículos circulando y todo está muy ordenado y limpio.
Nos enteramos que el sueldo de un obrero oscila entre 25 y 30 dólares al mes También que la famosa tarjeta de racionamiento ya solo se usa para algunos alimentos. Los demas hay que buscarlos por la libre, pero con los sueldos tan bajos, no es mucho lo que se puede conseguir.
. Regreso al Hotel Nacional y en la noche voy al show del Parisién que me gustó.
Martes 25.-
Tengo que comprar mi boleto aéreo La Habana-Santiago y en el hotel no lo venden. Debo ir a una oficina de Cubana ubicada algunas cuadras hacia el malecón. Cuando me acerco a la que creo es la oficina, un señor me dice que para boletos al interior, debo ir a otra oficina cercana y al acercarme a esta, veo el letrero de Radio Progreso. Una oleada de nostalgia me invade, sobre los grandes programas que desde su estudio oía en Montecristi, a principios de los década de 1950 y decido ver si puedo echarle un vistazo a este estudio, para mi histórico,  de “la onda de la alegría”.
El estudio está en la segunda planta y no puedo subir, pues una guardiana me dice necesito un permiso. Voy entonces a la oficina de boletos para el interior de Cubana, pero está llena de personas en un cuarto caluroso y el guardián me dice que tengo que hacer fila afuera en la acera. Diez minutos pasan y no sale el guardián, entro de nuevo y   al entrar me topo con  una empleada, que  me dice que yo pago con CUC y por lo tanto debo ir a la oficina donde iba originalmente. Allí encuentro aire acondicionado, no hay cola y compro mi boleto para el día siguiente regresar a Santiago en un momento.
El contraste entre la oficina de cubana donde se paga en pesos cubanos y la que se paga con  CUC es asombroso. Son dos mundos diferentes.
Ese día voy a Santa Clara a conocer el  monumento al Che Guevara. Santa Clara está a 270 Km de La Habana, así que en la piquera del Hotel escojo un Mercedes Benz del año, con aire acondicionado, un vehículo de renta como llaman los cubanos.
Tomamos la carretera ocho vías y hacemos el trayecto en una hora cincuenta minutos. El tráfico ligero, la tremenda recta de mas de cien  kilómetros y el vehículo bueno, se combinaron  para esta rápida  travesía.
El monumento al Che es impresionante. Su tumba está  en un sótano del monumento. Después visité el parque donde está el tren militar cargado de pertrechos y soldados que fue descarrilado y capturado por el Che, el 29 de diciembre de 1958, lo que determinó la caída de Batista.  Almorzamos en Santa Clara en un paladar, con buena comida y sin  moscas esta vez.
Regreso a La Habana y se repite el viaje rápido por la carretera de ocho vías.

 

 

sábado, 20 de julio de 2013

Colaboración para la Información                                            AYER Y HOY
articulosdeopinion2004@yahoo.com                      MI QUINTO VIAJE A CUBA (III)
                                                                        Julio M. Rodríguez Grullón
Domingo 23 (continuación)
Dejamos atrás las damas de blanco y avanzamos hacia la parte vieja de la ciudad, pasamos por debajo del túnel de la bahía y salimos a la Habana del Este. Visitamos la Cabaña, el Palacio del Morro, el sitio donde se lanzaba el cañonazo a las nueve de la noche y el guía-chofer nos lleva ante un Cristo enorme, de 20 metros de alto, colocado cerca del borde de un promontorio mirando la bahía. No está en una cruz, parece a mas bien una imagen de un Corazón de Jesus Cuatro veces había venido a La Habana y no había visto este Cristo, ni lo había oído mencionar. Cuando veo la chapa que tiene al pie, lo entiendo todo. Había sido inaugurado a finales de diciembre de 1958.
Después de esto fuimos a un paladar a almorzar. La comida era buena, pero había muchas moscas en el lugar y no pudimos disfrutar de la ocasión.
Me llamó poderosamente la atención la gran cantidad de automóviles de fabricación norteamericana, la mayoría de la década de los 1950 y algunos de mas atrás, que veo circulando por las calles de la ciudad. En mis visitas anteriores había visto algunos de estos carros parqueados en la parte vieja de la ciudad, pero ahora hay muchos circulando por todas partes, la mayoría como taxis, parecidos al que montamos en Holguín.
Al preguntar que ha pasado, la respuesta es que gran parte de esos carros tienen ahora motores diesel, vendidos por el gobierno, lo que permite  su uso de forma mas barata.
Ciertamente que estos automóviles le dan a la ciudad un sello característico, que estoy seguro no tiene ninguna otra en el mundo en la actualidad. A David y Mike, les encantaba montarse  en estos vehículos. Después del almuerzo cruzamos el túnel hacia el oeste y llegamos al Hotel Nacional donde nos hospedamos. Inaugurado en 1930, este hotel conserva su aire señorial de la época, ha sido remozado y actualmente está en buen estado.
En la tarde voy a la tienda del hotel buscando aun por un tubo de pasta de dientes. No la hay allí tampoco y la empleada me dice: Señor, no hay pasta de dientes en Cuba.!!
En la noche vamos al Tropicana, el costo de las entradas es de 75 a 95 CUC por persona. El CUC es una moneda que en Cuba es el equivalente a un dólar de Estados Unidos. El peso cubano está a 25 pesos por un dólar.
El show del Tropicana mantiene su espectacularidad. Realmente no hay nada parecido por estos lados del mundo.
Luego del Tropicana regresamos al Nacional y Mike y David deciden que  bajemos al malecón a ver de cerca la actividad que desde el hotel vimos, que allí se desarrollaba.
Como antes, estaban allí las jóvenes jineteras (nombre de las trabajadoras sexuales en Cuba) y las parejas de jóvenes enamorados, pero algo nuevo también veo; homosexuales masculinos abiertamente se pasean por el  lugar, señal inequívoca, de que las cosas están cambiando en Cuba.
Después de permanecer un rato sentados en el malecón, David, Mike y yo, regresamos al hotel.