sábado, 7 de junio de 2014

Una visita a la zona constitucionalista

Colaboración para La Información                                  AYER Y HOY
articulosdeopinion2004@yahoo.com          UNA VISITA A LA ZONA CONSTITUCIONALISTA (I)
                                                                                       Julio M. Rodriguez Grullón

            Para comienzos de agosto 1965, la situación alrededor de la zona constitucionalista se había estabilizado. Las negociaciones para terminar el conflicto con la mediación de la comisión de la OEA avanzaban y  en Montecristi mi curiosidad por ver con mis propios ojos el sitio del conflicto, me impulsó a realizar un viaje a la capital.
            En la carretera, fui detenido cuatro veces y mi vehículo registrado, en puestos de chequeos militares, para asegurase de que no transportaba ningún arma o equipo militar.
            Cuando llegué a Santo Domingo decidí tomar el malecón para ver hasta donde podía llegar y eso ocurrió frente al Hotel Jaragua donde  la avenida estaba llena de grandes piedras.
            Retrocedí, subí por la Ave. Máximo Gómez y en la Cesar Nicolás Penson doblé a la derecha rumbo al este y ver si podía llegar hasta la casa de  mi Tio Julio Rodriguez y su esposa Margot Escovar, donde siempre me hospedaba cuando venía a la capital
            Resulta que la alambrada  que los americanos habían tendido, subía por la Rosa Duarte y la casa de mi tío estaba de aquel lado de la alambrada, unos 30 metros en la acera norte de la calle, ubicada dentro de la zona constitucionalista. Nadie molestó a mis tíos o sus tres hijos. Tuve que dejar mi vehículo fuera de la zona constitucionalista, tomar mi maleta que fue registrada  y entrar a pie por la entrada que había en ese lugar, custodiada  por soldados de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP).
            Eran las cuatro de la tarde cuando llegue a la casa y poco después pude ver una patrulla de jóvenes militares constitucionalistas que montada en un jeep, se acercó al  lugar y dio la vuelta. Me dijeron que esa patrulla venia mañana y  tarde. Pude observar que los jóvenes se habían dejado crecer una barba y lucían desafiantes.
            También pude leer por primera vez la hoja impresa PATRIA,  que servía  de medio de difusión a las noticias provenientes de la revolución.
            Al día siguiente con mi amigo Ezequiel García Tatis, entré a la zona constitucionalista en mi vehículo, por la entrada para estos fines ubicada en la Ave. Independencia.
            A poco de entrar unos jóvenes que montaban un vehículo militar, me pidieron   gasolina, pero yo no había echado desde que llegué de Montecristi, así que les dije tenia poca y no podía darles y ellos dijeron entonces “está bien” y siguieron de largo.
            Ezequiel y yo parqueamos en la Arzobispo Nouel, cerca de la catedral y nos sentamos en un banco en el Parque Colón y conversamos sobre el futuro de este movimiento. Lo que pude apreciar claramente era  un aire de orgullo de ser dominicanos en los que estaban a nuestro alrededor, ya sea sentados como nosotros en algún banco o caminando llevando a cabo  sus afanes del día. Caminamos por El Conde, pasamos frente al asiento del gobierno de la Republica en Armas que era el Edificio Copello y me sentí emocionado.
            Después, Ezequiel y yo fuimos y saludamos los integrantes de los comandos montecristeños.  Lo mas curioso de todo era el continuo ruido del tableteo de ametralladoras que se escuchaba. Averiguamos que el ruido no se debía a  ningún combate, sino a que los jóvenes milicianos practicaban con sus armas, por si tenían que volverlas a utilizar.

 

 

 

 

 

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