sábado, 13 de agosto de 2011

Colaboración para La Información AYER Y HOY
articulosdeopinion2004@yahoo.com TRUJILLO: 50 AÑOS DESPUES
Julio M. Rodriguez Grullón
VII

Para diciembre de 1955, Trujillo era un dios viviente. Cada vez que se mencionaba su nombre, había que agregarle varias líneas de títulos, el país estaba lleno de estatuas y fotos suyas y con su nombre y el de sus familiares eran designadas calles y sitios públicos. A su divinización contribuían los desmesurados elogios salidos de los labios del nuncio Salvatore Siino, instalado en el país a raíz de la firma del concordato en 1954. Siino dejaba muy atrás en elogios a Trujillo al arzobispo Pitini, quien era en realidad un hombre mesurado, que en su trato personal con Trujillo, siempre le llamó “Rafelito”.
Trujillo era un dios rodeado de un ambiente de depravación asqueante.
En su entorno, sus acólitos se mantenían echándose zancadillas unos con otros y vivían en un continuo sobresalto, pues no sabían, quien, ni cuando, iba a caer en desgracia, lo cual significaba que podía ser enviado a la cárcel, ser insultado por los medios de comunicación, sus bienes confiscados, nadie visitarlo y su vida correr peligro. Después de humillarlo, El Jefe, cuando le parecía, volvía a llamarlo a su lado. El cambiaba periodicamente de favorito. Uno de los que mas poder concentró en sus manos y mas tiempo permaneció junto a el, fue Anselmo Paulino, caído espectacularmente en desgracia, al regreso de Trujillo de su visita a Franco y el Papa en 1954.
Trujillo tenía amantes por doquier. Era un secreto a voces que sostenía relaciones sexuales con las esposas de mas de uno de sus ministros y acólitos. Todo un séquito de celestinos se ocupaban de traerle jovencitas para alimentar su apetito sexual insaciable.
Algunos dicen que Trujillo era nacionalista. Claro, si era uno de los hombres mas ricos del mundo, pues era dueño del 51% de la riqueza nacional y controlaba totalmente el estado. Si adquiría un negocio y le iba mal, se lo vendía al estado a un precio mayor del que lo compró. Si cambiaban las circunstancias y el negocio mejoraba, entonces lo compraba de nuevo, a precio de vaca muerta. Ningún dominicano se atrevía a emprender negocios importantes por su cuenta, pues si le iba bien, el dictador se apoderaba de el, así que en vez de Republica Dominicana este país podría haberse llamado Trujillolandia. Las grandes empresas que no eran propiedad de Trujillo, estaban en manos de extranjeros, mayormente norteamericanos.
En las carreteras, cada 30 a 40 km la policía tenía puestos de chequeo, donde el chofer de cualquier vehículo tenia que pararse, decir su nombre, de donde venía y para donde iba. En esos puestos se anotaba la hora y la placa del vehículo. Así que con el terror difuso, mantenido por la continua aparición de cadáveres sin explicación y todas estas limitaciones, había paz y pocos delitos y una incipiente pequeña burguesía, surgida en las grandes ciudades, producto de una educación en las escuelas superior a la actual, estaba paralizada.





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