domingo, 6 de junio de 2010

La dicotomía entre los seguidores de Trujillo

LA DICOTOMIA ENTRE LOS COLABORADORES DE TRUJILLO

En 1936, cuando Trujillo nacionalizó la policía municipal, puede decirse que tomó el control absoluto de la Republica Dominicana. El censo realizado el año anterior, por el Partido Dominicano, le dijo todo lo que existía en el país y el partido mismo le informaba de todo lo que ocurría en el mas apartado rincón de la Republica. El nombre de Ciudad Trujillo que recibió la capital ese año, fue la señal objetiva de lo que ocurría.
Ahora bien, Trujillo había alcanzado esa posición a base de crímenes y la mantendría por dos décadas y media mas de la misma forma. El también estaba imbuido de un espíritu patriótico de hacer avanzar el país, al tiempo que aumentaba su riqueza, confundiendo sus intereses privados con los estatales.
El terror difuso que impuso, le permitió construir obras públicas a un costo inferior al de los tiempos de Horacio Vásquez, pues nadie se atrevía a sobrevalorar proyectos o a utilizar materiales de construcción inferiores en calidad a lo establecido en ellos. Esta realidad de las obras construidas durante su Era, ha persistido en la mentalidad popular hasta el dia de hoy, que el pueblo reconoce, que las obras levantadas durante esos años, carecen de vicios de construcción y les sorprende ver como resisten el paso del tiempo.
Pero todo régimen, para sostenerse, necesita de intelectuales que colaboren y justifiquen la situación imperante y en el caso de Trujillo, que continuamente fomentaran el culto a su personalidad, por lo que surgieron entre sus adláteres, dos categorías de personajes:
a) Por un lado estaban los criminales, amparados muchos de ellos en su investidura mili-tar, que ejecutaban “el trabajo sucio“ del régimen y
b) Del otro lado estaban los intelectuales, que llevaban a cabo su labor, a sabiendas de lo que hacían los colaboradores del grupo a.
Es este grupo b, el que nos obliga a reflexionar, 49 años después de la muerte del tirano, porque se mantuvieron tanto tiempo al lado del dictador.
La mayoría de los intelectuales de esos días se plegaron ante Trujillo.
Apenas Juan Bosch y Juan Isidro Jimenes Grullón partieron al exilio y lo combatieron con su pluma desde allí. Pedro Henriquez Ureña abandonó el país, pero no realizó labor intelectual antitrujillista. Los demás, encabezados por Rafael Vidal, Joaquín Balaguer, Manuel A. Peña Batle, Virgilio Diaz Ordoñez, Manuel de Js Troncoso y Ramón Emilio Jimenez, permanecieron en el país, soportando con frecuencia caer en desgracia y las vejaciones que ello acarreaba.
La notable excepción en este grupo fue Américo Lugo, a quien nos referiremos en nuestra próxima entrega.
Trujillo recompensaba bien a sus intelectuales, quienes facilmente olvidaban, como la gran mayoría de los políticos, que el fin no justifica los medios.
Concluyo diciendo, que pienso este grupo de intelectuales, debió considerar a Trujillo como un mal necesario, producto de los tiempos, al que había que plegarse y tratar de que su tiranía dejara algo positivo para el pueblo.

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