sábado, 12 de septiembre de 2015

La enseñanza de la historia

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                                                                              Julio M. Rodríguez Grullón

             Es un tema de actualidad, como se enseña nuestra historia en las escuelas, pues  lo que se enseña  deja mucho que desear; la falta de patriotismo, es la primera consecuencia negativa de ello, por lo que no hay deseo  de luchar  por su engrandecimiento, que es como dijo Duarte, luchar por nosotros mismos y nuestros hijos.
           Debemos saber, que en las primeras décadas del Siglo XIX, predominó la idea entre nosotros, de que no podíamos ser libre e independientes de toda dominación extranjera, porque Haití nos aplastaría y volveríamos a padecer las humillaciones que nos fueron impuestas desde 1822 hasta 1844, cuando se nos quiso obligar a hablar francés o creol, se cerraron las iglesias y las escuelas y no teníamos voz ni voto sobre las decisiones que se tomaran en lo relativo a nuestro bienestar.
            Predominaba la idea de que debíamos salir de los haitianos, pero colocarnos bajo la protección de una de las potencias de la época, lo que explica que  después de 17 años   de fundada la Republica,  el país fuera anexado a España y luego de la guerra de la restauración, los testarudos separatistas, la anexaran  a Estados Unidos, cuatro años después.
            Pero Duarte era un visionario y captó que esa aparente superioridad haitiana no resistiría la voluntad de este pueblo, de adoptar una identidad jurídica propia, porque  era homogéneo en sus hábitos de vida (costumbres), idioma y religión, elementos básicos para formar una nacionalidad, además de la raza, que las diferentes etapas por la que atravesó el período colonial, nos hizo mestizos en su gran mayoría y nunca hemos padecido  discriminación  por esa causa.
            Duarte percibió que los haitianos fallaban en todas esas cosas; que no eran homogéneos en sus creencias religiosas y estaban llenos  de supersticiones en este campo, carecían de idioma, hablaban un dialecto que difería de una región a otra en Haití y de que existía entre ellos un racismo feroz, al extremo de que simplemente por ser blanco, usted allí no podía ser propietario de nada. Todas estas cosas los hacían débiles, para mantener su dominio sobre    una nación con las características de la nuestra.
            Hay que saber la voluntad férrea y la entereza de carácter que se necesitan, para imponer en una sociedad un criterio contrario al de la mayoría, organizar un movimiento secreto para difundirlo y  crear seguidores, que aun estando el líder en el exilio, para salvar la vida, ya que  los haitianos lo  buscaban para matarlo, lograron cristalizarlo y una vez hecho esto, lo primero que hicieron fue mandarlo a buscar, prueba irrefutable de su hegemonía entre ellos.
            Nuestro padre de la patria  era poseedor de una personalidad equilibrada, matizada por el  altruismo, que tuvo dos novias conocidas, María Antonia Bobadilla y Prudencia Lluberes; a esta última   le colocó un anillo de compromiso. Pero Duarte, a partir de 1844, no regresó a la ciudad de Santo Domingo y esto interfirió con que pudiera celebrarse la boda.
            La ignorancia es la causa de los dislates  que cometemos, la mayoría de las veces, al referirnos a Duarte y debemos los dominicanos, antes de emitir juicios sobre su personalidad, tomarnos  el trabajo de documentarnos adecuadamente.
            En nuestras escuelas no se enseña nada de lo aquí hemos señalado, así que la ignorancia sobre         como se forjó nuestra nacionalidad y sobre su  forjador, quien la impuso  en medio de circunstancias bien difíciles, es la principal causa de nuestra debilidad, ante las imposiciones actuales de las potencias extranjeras, a quienes les interesa aniquilarla, por conveniencia  de sus intereses del momento.
            Es urgente la reforma de  lo que se enseña  sobre nuestra historia en las escuelas en relación a Duarte y nuestra independencia.. Es el arma mas potente para mantener nuestra identidad nacional 

 

 

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