domingo, 27 de septiembre de 2015

Colaboración para La Información                                   AYER Y HOY
articuosdeopinion2004@yahoo.com                   LA EDUCACION SEXUAL
                                                                             Julio M. Rodríguez Grullón

             Que el dominicano  número diez millón nació de una jovencita embarazada a quien tuvo que realizársele una cesárea, ha sido aprovechado por los eternos agitadores de la necesidad de una educación sexual, implicando que lo que hay que hacer es enseñar a las jovencitas como sostener relaciones sexuales y no salir embarazadas, poniéndoles de paso a su alcance toda clase de contraceptivos. De inmediato se dice que estamos atrasados en este campo por la oposición a estas medidas por parte de las iglesias cristianas.
           Y yo me pregunto ¿Es eso lo que  le conviene  a esta sociedad o a cualquier otra?
Para empezar, el cristianismo no es causa de atraso. El  ha elevado la mujer en el mundo occidental a una posición de poseer los mismos derechos del hombre y es la doctrina que proclama que la unión ideal es la de un hombre y una mujer.
            Solamente hay que echar un vistazo alrededor en las sociedades no cristianas y ver a que posición de inferioridad respecto al hombre están  sometidas las mujeres.
            Por otra parte, las relaciones sexuales es como se reproduce el género humano y para asegurar la multiplicación del mismo, son un acto placentero. Su propósito se desvirtúa cuando no se enseña esto, se le presenta a los jóvenes como un   medio de hacer su vida mas placentera y se les enseña como  evitar el propósito del acto, facilitándoles  además como hacerlo.
            Esto es lo que los feministas combaten, diciendo que la mujer no es un instrumento de placer y que el cristianismo,  que es la base de la civilización occidental, no aprueba, por considerar que las relaciones sexuales deben tener lugar dentro del matrimonio, pues si la finalidad del acto es la procreación, entonces el ambiente  adecuado para el desarrollo del nuevo ser es un hogar donde el padre y la madre estén consciente de su responsabilidad y la cumplan.
             Ahora bien, nuestra sociedad, a pesar de ser básicamente cristiana, ha padecido, por las circunstancias en que creció  en los tiempos de la colonia española, de una gran tendencia al sostenimiento de relaciones sexuales fuera del matrimonio.
            Las terribles consecuencias de esto  están a al vista.
            Jóvenes  marginados, pues el cristianismo los hace sentir mal por su origen y la base de nuestras leyes, que es la legislación francesa no les otorgaba derecho a heredar propiedades, hasta hace pocos años. Por eso tenemos un alto número de resentidos sociales circulando, que desprecian nuestras leyes y nuestros valores con gran tendencia al anarquismo..
            No creo que debemos seguir propiciando,  esta situación facilitando o aprobando relaciones sexuales fuera del matrimonio, solo porque asumimos que los jóvenes no se van a poder contener.
            Si, a los jóvenes les resulta difícil controlarse, pero lo que debemos hacer es  contribuir a que lo logren, no facilitarles o proporcionarles situaciones para la liberación sexual durante su adolescencia, que solo conducen al libertinaje.
            Ojalá el dominicano  diez millón   logre romper ese circulo vicioso que ha sido la mala suerte de los que nacen en sus circunstancias. Al menos la legislación actual le concede   la posibilidad de heredar bienes de sus padres y ojalá que su madre pueda  sobreponerse  a su difícil situación.
Tenemos que romper con este patrón de niños creciendo marginados, consecuencia de relaciones  sexuales antes de tiempo.    
            Fe de errata.-
             En nuestra entrega anterior se deslizó el error de señalar a Carlos Morales Troncoso como el candidato del Partido Reformista en la primera ronda de las elecciones de 1996. En realidad el candidato fue Jacinto Peynado. Agradecemos a nuestros lectores quienes amablemente nos señalaron el error y pedimos disculpas  por haberlo cometido.     

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