sábado, 1 de septiembre de 2018

La odisea de Juan Isidro Perez


ESPECIAL PARA LA INFORMACION                                          AYER Y HOY
articulosdeopinion2004@yahoo.com       JUAN PABLO DUARTE SU VIDA Y SU OBRA (LXX)
                                                                           Julio M. Rodriguez Grullón

LA ODISEA DE JUAN ISIDRO PEREZ
Sin hay una vida entre nuestros próceres de la independencia que merece ser llevada al cine por el  dramatismo que encierra, es la de Juan Isidro Perez de la Paz (1817-1868).
De origen humilde, (el no pertenecía a los “blanquitos de la atarazana”), su vivienda estaba ubicada en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, de quizás unos 12 mil habitantes,  del Santo Domingo de los 1830.
Desde que Duarte regresó en 1831, Juan Isidro, quien para estos días contaba 14 años de edad, fue uno de sus mas leales y adeptos seguidores. No faltaba una clase en las tardes y cuando Duarte inició las lecciones de esgrima, el resultó ser el mejor  espadachín del grupo.
Cuando la Dramática inició sus presentaciones de obras, Juan Isidro era uno de los mejores, sino el mejor de los actores y cuando se necesitó un sitio para en una ceremonia organizar  formalmente el movimiento independentista, su residencia estuvo disponible sin condiciones, aquel memorable 16 de julio de 1838. Formó junto con Duarte y Pedro Alejandrino Pina, la célula trinitaria mas estable y activa, durante  los años de lucha contra la dominación haitiana. Una de sus hermanas, Altagracia, en 1849, casó con Manuel Jimenes, quien era  Presidente de la Republica desde el año anterior y quien era como el, compañero de luchas junto a Duarte contra los haitianos.
A principios de agosto de 1843, durante la persecución de Herrad, Duarte tuvo que partir para el exilio y poder así  salvar su vida y cuando Duarte y Pina  en medio de la noche ya habían abordado la embarcación que los sacaría del país, a última hora apareció Juan Isidro en un bote y en la desembocadura del   Ozama se les unió.
Pero donde su lealtad a Duarte tomó ribetes extraordinarios , fue con  los hechos ocurridos el 15 de julio de 1844 en la mañana, a raíz de la sublevación de Santana contra la Junta Central Gubernativa (JCG) presidida por Sanchez, cuando Santana se dirigía, por la plaza de armas, al palacio de gobierno, acompañado de su escolta, a comunicar la reorganización de la misma.  De la correspondencia enviada por el cónsul francés Saint Denys al canciller Guizot, extraemos este relato de lo ocurrido:
Se produjo un fuerte intercambio de palabras entre Juan Ruiz, miembro de la escolta y Juan Isidro Perez, ambos se amenazaron con armas. Cuando Santana quiso calmar los ánimos, Perez le faltó también a el. Entonces algunos oficiales pensando que había un complot para matar a Santana, comenzaron a vociferar, a las armas, a las amas,  asesinan a Santana y se formó un formidable desorden. Después de hablar con el Gral Manuel Jimenes, siguiendo su consejo me retiraba al consulado, cuando vino corriendo hacia mi el Coronel Felipe Alfau sable en mano, protegiendo a riesgo de su vida a Perez y me pidió lo llevaramos al consulado para salvarle la vida, lo cual pudimos hacer milagrosamente.
A  la mañana siguiente, acompañado por el capitán del Euryale, lo llevé a bordo de esa nave y así logré sacarlo de la  ciudad.
El Euryale salió para Saint Thomas y luego tomó la ruta por el norte de la isla para dirigirse a Puerto Principe en Haití. Juan Isidro sabía que Duarte estaba en Puerto Plata y cuando la embarcación pasaba cerca de esa ciudad, amenazó con tirarse al agua y ahogarse, si el barco no lo dejaba allí, para poder reunirse con su líder. El capitán  se vió obligado a complacerlo. Al llegar a Puerto Plata se encontró con que Duarte estaba preso y hacia la fortaleza se dirigió para que lo encerraran con el. Luego partieron juntos para el exilio en Hamburgo, Alemania y allí se separaron, aunque mantenían contacto por correspondencia.
Pero todos estos acontecimientos trastornaron su cerebro y cuando regresó en  1848 era ya un demente.
 Murió en Santo Domingo, de cólera, durante la epidemia de esta enfermedad en la ciudad en 1868 y fue enterrado en una fosa común, junto con otras víctimas de la epidemia, por lo que no fue posible identificar sus restos.

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