ESPECIAL
PARA LA INFORMACION AYER Y HOY
articulosdeopinion2004@yahoo.com JUAN PABLO DUARTE SU VIDA Y SU OBRA
(LVIII)
Julio M. Rodriguez Grullón
DUARTE
PARTE PARA SANTIAGO.-
Para
junio de 1844, Duarte se sentía optimista sobre la situación política
del país, pues había recuperado el control de la Junta Central Gubernativa (JCG)
y esta se preparaba para relevar del mando del ejército del sur a Santana.
Como el le había dado el ejemplo
a este, en marzo de 1844, de sujetarse al poder civil, aunque no se estuviera
de acuerdo con la orden, pues no atacó a los haitianos al no ponerse de acuerdo
con el, Duarte no se imaginaba que
Santana la iba a desobedecer al recibirla y se pondría en marcha hacia Santo
Domingo al frente del ejército del sur, para asaltar el poder, en combinación
con el cónsul Saint Denys.
Tampoco se imaginaba Duarte, que
el cónsul por su parte, preparaba una demostración de fuerza en el puerto de
Santo Domingo, del poderío naval francés en el Caribe, para forzar a que
Santana tomara el poder y se llevara a cabo el protectorado.
La noticia de la salida de
Duarte para el Cibao, llenó de
optimismo a Saint Denys respecto al éxito de sus planes, pues el sabía
perfectamente que manejar a Sanchez y a Puello, le resultaría mucho mas fácil,
que tener que vérselas con Duarte.
Por otro lado, la situación en el Cibao,
aunque controlada por Mella, inquietaba a Duarte.
Habían surgido allí conflictos,
al querer los trinitarios desplazar de los cargos del gobierno, a aquellos
dominicanos que habían sido funcionarios durante la dominación haitiana. Estos
personajes, como Bobadilla, a quien
veían como su guía en ese momento, eran
separatistas, así como los generales Pedro Ramón de Mena y Fco Ant Salcedo, por
lo que para consolidar el control de la JCG, en esa importante zona del país,
Duarte interrumpió la confección de su proyecto de constitución y salió para Santiago, a caballo, el 20 de
junio, al frente de una pequeña columna de
la que formaban parte el capitán Juan Evangelista Jimenes, Felix Mariano
Lluberes (hermano de su novia Prudencia, La Nona) y el coronel Gregorio del
Valle, militar español que estaba
reorganizando el manual de ordenes del ejército dominicano, con ordenes en
español, en vez de las francesas que se estaban utilizando hasta ese momento.
Jamás se imaginó Duarte que
regresaría a Santo Domingo, prisionero, a bordo de una goleta, menos de dos
meses después y que sería desterrado, acusado de traidor a la patria que había
forjado.
El obedecía a un decreto de la
JCG emitido el 18 de junio de 1844, donde
consignaba que el debía apaciguar los ánimos de los duartistas y que continuaran
en sus cargos las personas que estaban en ellos, al momento de producirse la revolución
(entendemos que el 27 de febrero) y evitar que se repitan las controversias
pasadas, que una comisión enviada previamente, integrada por Delorve, Roche y
de Mena, no había sido suficiente para contener
los disturbios, habiendo sucedido lo
contrario, que su presencia produjera una contienda muy desagradable al
gobierno, por haber ocurrido entre hombres de tanta respetabilidad.
La
JCG esperaba que Duarte “corrija
los abusos y enmiende los trastornos que existen y puedan existir, dándole
cuenta exacta y continuada (a la JCG) de todas sus operaciones”.
Firmaban Sanchez, Ramirez, Mercenario, Jimenes, Pina, Medrano y
Pujols
Después
de cinco días de viaje, pernoctando en sitios como, la Isabela, La Luisa,
Antonsí (lugar de nacimiento de Fernando Arturo de Meriño), Cevicos y Cotuí,
llegaron a La Vega, el 25 al anochecer, donde se detuvieron cuatro días.
En
esta ciudad estaba preparado el primer paso en el plan de Mella, de declarar a
Duarte Presidente de la Republica.
El
cura párroco, trinitario, José Eugenio Espinosa, lo abrazó calurosamente, así
como el comandante de las armas, Manuel Mejía. Quedó alojado en la casa de las
hermanas María del Carmden, María Francisca y Manuela Villa.
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