ESPECIAL
PARA LA INFORMACION
AYER Y HOY
articulosdeopinion2004@yahoo.com DUARTE XLIV
Julio M. Rodriguez Grullón
ABNEGACION
DE DUARTE.-
Duarte
se recuperó de su fiebre a principios de febrero de 1844 y aunque estaba débil y
pálido, escribió una de sus mas famosas cartas a su familiares.
El no sabía del plan Levasseur
acordado por el despechado Baez en
Puerto Pricipe, en diciembre de 1843, ni de la llegada del cónsul francés Saint
Denys a Santo Domingo el 13 de enero de 1844 para llevar a cabo ese plan;
tampoco sabía del regreso de los
regimientos 31 y 32 a Santo Domingo a principios de febrero, ni tampoco de la
unión de separatistas y sus seguidores después del manifiesto de 16 de enero de
1844 para poner fin a la ocupación
haitiana.
El solo sabía antes de caer en su
estado febril, a finales de diciembre de 1843, que su padre había muerto y que
le pedían que así fuere a costa de una estrella del cielo, consiguiera recursos
para la lucha independentista.
El 4 de febrero de 1844, recuperado
lo suficiente, pidió tintero y pluma para escribir a sus familiares y he aquí el fragmento mas importante de esta carta:
“El
único medio que encuentro para reunirme
con uds, es independizar la patria; para conseguirlo se necesitan recursos,
recursos supremos y cuyos recursos son, que uds de mancomún conmigo y nuestro
hermano Vicente, ofrendemos en aras de
la patria, lo que a costa del amor y trabajo de nuestro padre hemos heredado. Independizada la patria,
puedo hacerme cargo del almacén , y a mas, heredero del ilimitado crédito de
nuestro padre y de sus conocimientos en el ramo de la marina, nuestros negocios
mejorarán y no tendremos porque arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de la Patria”.
Jamás,
ninguno de los libertadores de América o de otra parte del mundo, ha demostrado
este desprendimiento, este altruismo, esta abnegación, para lograr la
independencia añorada.
La carta fue entregada al capitán de
una goleta que salía ese día para Santo Domingo y seis días mas tarde estaba en
manos de sus familiares. Rosa Duarte la leyó rodeada del resto de la familia y amigos
duartistas, enterados de la llegada de la misiva.
Terminada la lectura, Doña Manuela
dijo: No le podemos negar esta petición a Juan Pablo y aunque una de las hermanas
pequeñas, sintió temor y expresó “y si nos quedamos sin nada ¿de que vivimos?”,
Vicente Celestino tomó la palabra y dijo: “Quienes de este grupo sobrevivan a
la lucha , trabajarán para que no les falte un pan”.
Acordado esto, la familia entró en
acción y de inmediato, como primer paso, se tomó todo el plomo que existía en los almacenes de la
atarazana, que se utilizaba para el forro
de los buques y se confeccionaron balas, las cuales, una vez listo el primer
cargamento de ellas, lo tomó Vicente Celestino y lo llevó a San José de los
Llanos, para distribuirlas entre los posibles soldados de la invasión, que
todavía se pensaba podía hacerse, llegando Duarte por la playa de Guayacanes.
Pero
los acontecimientos se precipitaban, el perspicaz y resuelto de Mella, captó
que la ocasión estaba lista para el pronunciamiento, que con los regimientos 31
y 32 ya implicados en el movimiento, no había que esperar mas tiempo y
permitirle a los separatistas adquirir mas fuerza, con el apoyo del cónsul Saint Denys y el manifiesto del 16 de enero circulando por
todo el país.
Se
convocó una reunión de los líderes independentistas
en el escondite de Sanchez, el 24 de febrero
en la noche y allí se decidió que el golpe se daría el 27 de febrero, a
las diez de la noche y que un disparo al
aire, sería la señal del inicio de la acción. Se enviaron emisarios a los pueblos,
particularmente al este, donde los mellizos Santana en el Seibo y a la gente de
Vicente Celestino en San José de Los Llanos. Se convino que el santo y seña de los conjurados sería,
Juan Pablo: Dios Patria y Libertad.
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