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LA REVOLUCION DE ABRIL DE 1965, 50 AÑOS DESPUES
Julio M. Rodríguez Grullón
La tiranía trujillista (1930-61) ha sido la mas larga en nuestro país y una de las mas largas del continente. Produjo una carencia de liderazgo y una ignorancia de los manejos políticos, entre los que permanecieron en el país, pues Trujillo no permitía que nadie descollara sin rendirse a sus pies. Fue de entre los líderes que regresaron del exilio, después de la muerte del tirano, que trajeron experiencia política, que la población vió podían surgir los artífices de una nueva sociedad.
El mas hábil de esos líderes era Juan Bosch y logró una gran victoria en las elecciones de diciembre de 1962. El había hablado durante su campaña electoral, de borrón y cuenta nueva, obviamente refiriéndose a los militares, quienes indujeron a sus familiares a votar masivamente a su favor. Fuera por esa razón, o alguna otra que desconocemos, Bosch no hizo caso a quienes le aconsejaron, entre ellos Rómulo Betancourt, cambiara la cúpula militar que encontró.
Las ideas de Bosch y su constitución no cayeron bien en la Iglesia y el sector conservador del país, que estaba militando en el principal partido de oposición, la Unión Cívica Nacional, que había perdido las elecciones de Bosch. Además, se acusaba a Bosch de ser muy permisivo con los comunistas, quienes trataban de implantar en el país, un régimen similar al de Fidel Castro en Cuba. El resultado fue un golpe de estado a los siete meses de su gobierno.
El gobierno de facto que siguió fue corrupto e ineficiente y entonces ocurrió un fenómeno social que aun no hemos estudiado debidamente.
Militares trujillistas y sobre todo, el hijo de uno de los mas temidos generales de Trujillo, demostró tener conceptos claros de respeto a la constitucionalidad y se convirtió en el líder de un movimiento para restaurar el gobierno de Bosch.
Su nombre: Rafael Tomas Fernández Domínguez.
El movimiento estalló la tarde del 24 de abril de 1965. No tenía la menor influencia comunista en su origen, pero estábamos en la guerra fría, en Washington gobernaba un vaquero tejano de mentalidad troglodita, llamado Lyndon Johnson, quien estaba metido en un berenjenal en Viet Nam y razonó que no podía ni remotamente permitir otra Cuba en el Caribe, así que cuando las tropas que permanecieron leales a los dictados de Washington, fueron derrotadas en el combate del puente Duarte, la tarde del 27 de abril, de donde surgió el héroe de esta revolución, Francisco Alberto Caamaño Deñó, hijo de otro temido Gral de Trujillo, Johnson ordenó la segunda invasión yanqui del siglo pasado a este país.
De constitucionalista, la revolución pasó a ser una guerra patria, pero a pesar de la gallarda y valerosa resistencia presentada esta vez por los dominicanos, muy diferente a lo que ocurrió en 1916, la desigualdad de fuerzas era abrumadora y el movimiento constitucionalista fue limitado a la zona colonial, de la ciudad capital.
El resultado final de todo fue la vuelta al poder del Dr. Joaquín Balaguer y el inicio de su sangriento despotismo ilustrado de 12 años.
Después de la revolución, Francisco Caamaño era una carta de triunfo en cualquier proceso electoral honesto en el país, pero los consejeros que encontró lo llevaron, de militar trujillista a guerrillero comunista y morir en 1973 y con el se fue la fuerza electoral del movimiento. ¿Cuál es el beneficio que nos queda de esta revolución?.
Yo pienso que es en las fuerzas armadas, que deben aprender de este episodio a no dejarse arrastrar por políticos, que no han podido llegar al poder vía elecciones.
Su misión es hacer respetar la constitución y mantener el orden en el país. Inmiscuirse en política partidista conlleva a su división y a la repetición de penosos conflictos sangrientos entre dominicanos, de los que ya hemos tenido masa que suficientes.
El golpe de estado de 1963, debe ser el último de nuestra historia. .
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